¿Oscuro?

Me convertí en la sirvienta del príncipe olvidado – Capitulo 43

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—A comer, claro, llevamos muchas horas yendo de un lado a otro, debes de estar cansada y tener hambre, así que relajémonos un poco aquí. —Contesto la condesa mientras entraban al restaurante y eran llevadas a su mesa.

La condesa miraba a Helena con una gran sonrisa en su rostro, sentía que su gran sueño de convertirse en madre algún día ya se había cumplido, Helena era la hija que siempre hubiera deseado tener y quería consentirla y amarla tanto como esta mereciera y más.

—Su señoría, lamento molestarla, pero hay algo que debería saber… —Dijo uno de los caballeros que habían estado escoltando a la condesa y a Helena en su paseo.

— ¿Qué sucede? —Pregunto la condesa frunciendo el ceño al ver interrumpido su tiempo con su hija adoptiva.

El caballero miró a Helena de reojo y nervioso, se acercó hacia la condesa susurrándole algo al oído, la mirada de la condesa cambio inmediatamente al escuchar las palabras del caballero. La condesa frunció el ceño y luego se disculpó con Helena con una sonrisa antes de levantarse de su asiento.

—Querida, elige lo que desees, yo debo de encargarme de algo ahora, no me demoraré mucho, así que pide lo que gustes y disfruta. —Concluyo la condesa, alejándose y yendo al mesón para ordenar al gerente del lugar que pusiera todo lo que Helena quisiera consumir en su cuenta.

Helena se despidió de la condesa y luego algo confundida miro por la ventana del restaurante viendo como la condesa se alejaba caminando por las calles de la capital “¿no sé irá en carruaje? Pensé que en carruaje sería más rápido… Bueno, quizás deba hacer algo cerca” se dijo a sí misma Helena mientras volteaba a mirar a su alrededor. El restaurante estaba comenzando a vaciarse, puesto que ya eran más de las cinco de la tarde y la gente solía ir allí mucho más temprano.

— ¿Y qué se supone que haré yo aquí sola? —Se preguntó Helena mientras se levantaba de su silla y se dirigía a la barra donde estaban los postres y las delicias más populares del restaurante.

Fue entonces que escucho a alguien quejarse a su lado, una voz tierna y melodiosa, aguda, clara y con una suavidad que dejaba clara la edad de la persona a la que le pertenecía aquella hermosa voz. Helena volteo encontrándose allí con una hermosa joven noble, quien tenía el cabello rosado, con dos grandes coletas rizadas, una mirada tierna y una piel perfecta, la pequeña joven se veía delicada, dulce y tierna, lo cual cautivo de inmediato a Helena.

— ¡Ha, quisiera tenerlos todos, pero…! ¡No creo poder comerlos todos hoy! ¡Porque deben ser tan deliciosos los postres! —Grito la joven mientras se mordía el labio y miraba con grandes y brillantes ojos los postres frente a ella.

—He… Si no le molesta, ¿podríamos compartir? —Pregunto Helena interrumpiendo los pensamientos de la joven de cabello rosa.

— ¿He? ¿Compartir? —Contesto confundida la joven frente a Helena.

Helena no sabía por qué había reaccionado así ante la joven frente a ella, talvez porque la recordaban a sus hermanos pequeños, quizás porque ella también se sentía confundida por qué comer, o quizás, solo quizás porque algo en esa joven, se le hacía familiar.

—Sí, bueno, yo soy nueva aquí en la capital y es primera vez que tengo la suerte de probar estas delicias, pero tampoco creo que sea capaz de comer todas así que, ¿Qué le parece si compramos uno de cada uno y lo compartimos para así lograr probar todos? —Expreso, Helena con una sonrisa esperando escuchar la respuesta de la joven.

— ¡Sí! ¡Si eso es perfecto! … ¡Señor, señor, los quiero todos! —Grito la joven con ternura y alegría al hombre tras el mostrador.

Helena sonrió al ver la alegría de la niña frente a ella, recordándole a sus hermanos cuando comían dulces, ellos corrían, saltaban y gritaban de emoción al poder comer algo dulce al menos una vez al año. Aunque claro, la joven frente a Helena no mostraba tener ni una sola carencia, se veía de muy buena familia, seguramente era hija de alguna familia noble, así que no era posible que esta sufriera de carencias, menos aún en los alimentos.

—¡Entonces vamos! ¡Ven conmigo, ven a mi mesa, sentémonos juntas! —La niña, sujeto la mano de Helena y la jalo hacia una de las mesas, la cual estaba detrás de una gran cortina.

Cuando los postres llegaron, la pequeña joven miro la mesa con ojos brillantes para luego mirar a Helena, y ambas al mismo tiempo eligieron el postre que deseaban probar, eligiendo exactamente el mismo.

— ¡Wow, parece que tenemos gustos parecidos!, vamos probémoslo, se ve tan colorido que debe ser delicioso. —Dijo la joven niña mientras que Helena la observaba.

—Hmmm… Deliciosos. —Hablaron al mismo tiempo Helena y la joven, para luego comenzar a reír.

Helena estuvo mucho tiempo con la joven probando casi todos los postres, sorprendida por lo exquisito que era comer allí, y por lo bien que se llevaba con aquella niña que había acabado de conocer. Fue entonces que se vio interrumpida con una voz que venía del otro lado de la cortina que separaba la mesa de ella de la vista de los demás.

—Señorita, alguien está buscando a la señorita Helena, ¿se encuentra aquí de casualidad? —Pregunto el mesero que se encontraba al otro lado de la cortina.

—He… ¿Me están buscando? Bueno, supongo que ya debo irme, fue un momento muy agradable, espero poder volver a coincidir con usted en algún otro momento señorita. —Se despidió Helena haciendo una reverencia y marchándose, dejando a la joven sentada sola en la mesa con solo un postre que faltaba por probar.

La joven miró la espalda de Helena y sonrió con alegría, esta no solía tener amigos, aunque sus padres y hermanos la consentía demasiado jamás había conocido a alguien de esa manera y menos aún había sentido la sinceridad de alguien hacia ella de forma tan genuina “Me hubiera gustado pasar más tiempo con ella…” pensó para sí misma la joven. Helena al salir del restaurante se encontró con la condesa, quien parecía molesta dentro del carruaje, aun así, cuando vio a Helena entrar en el carruaje, intento embozar una pequeña sonrisa.

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