¿Oscuro?

ME NIEGO A SER LA PROTAGONISTA – Capitulo 31

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Lidia observó preocupada a Diego viendo que este parecía algo serio y molesto, “¿Qué está pasando?” Se preguntó Lidia notando entonces que el rostro de Diego parecía preocupado, este se levantó de su escritorio y camino hacia Lidia, sentándose frente a ella para hablar.

—Lidia, bueno Cion me pidió que no te dijera nada sobre esto, pero creo que es necesario que lo sepas, puesto que estás involucrada. —Dijo Diego.

— ¿Qué? ¿Qué sucede? ¿Cion está bien? ¿Le ha pasado algo? —Pregunto Lidia angustiándose.

Diego negó con la cabeza y luego dio un gran suspiro antes de presionar su entrecejo para calmarse.

—Cion, él está bien, pero… Bueno, el príncipe ha enviado a guardias del palacio y a caballeros reales a buscarte por todo el reino, también ha impuesto una recompensa para quien de información de ti, por lo que todo el palacio está en mucho movimiento últimamente. Cion no podrá regresar, él tendrá que quedarse en el palacio por un tiempo hasta que la conmoción se calme un poco, el problema es qué… —Diego dio un último suspiro y mostró una expresión de angustia y frustración mientras miraba la ventana del lugar.

— ¿Qué sucede? —Pregunto Lidia.

—Mientras que Cion no pueda salir del palacio, la gente que estuvo en contacto contigo podrían estar en peligro, por lo que quiero preguntarte a ti ¿Qué quieres que hagamos?, tú eres la pareja de Cion y creo que él también piensa que deberíamos dejar esta decisión en tus manos, ya que él no está aquí. —Hablo Diego mientras miraba a Lidia fijamente.

Lidia recordó a Javier y los ancianos de la posada donde se había quedado en un principio “La señora Marta y su marido podrían ser interrogados por mi culpa, el príncipe seguramente los buscara en algún momento, y Javier, él solo es un niño, Cion no ha podido regresar a la posada… Todo esto es mi culpa, si no fuera por mí nada de esto estaría pasando” pensó Lidia mostrándose afligida.

—No te he dicho esto para que te angusties Lidia, solo quiero que me digas que consideras que deberíamos hacer ahora, Cion nos pidió que cuidáramos de ti y eso es lo que haremos, somos mercenarios, pero somos gente de palabra, jamás rompemos nuestras promesas y prometí protegerte y eso haré, así que dime, ¿Qué crees que deberíamos hacer ahora? —Pregunto nuevamente Diego.

Lidia lo miro y luego tratando de calmarse hablo.

—La posada donde vive Cion, allí se queda su hermano también, ¿Cion ya lo ha trasladado de lugar o el niño sigue allí? —Pregunto Lidia.

—El niño sigue en esa posada, Cion lo trasladaría junto contigo al venir aquí, pero como no lo han dejado salir del palacio le ha sido imposible. —Respondió Diego.

— ¿Y los dueños de la posada? ¿Ellos están bien? ¿La gente del príncipe no ha ido allí? —Pregunto Lidia asustada al saber que estos podrían estar pasando momentos críticos por ella.

—No, el príncipe aún no ha ido a la posada, pero suponemos que entre hoy y mañana irá para llevarlos al palacio, seguramente los arrastra para interrogarlos, el juicio del príncipe se está volviendo cada vez más incoherente. —Dijo Diego confundido.

Como si dentro de su cabeza se cuestionara el comportamiento del príncipe heredero, Lidia se levantó del sofá en el que estaba sentada y camino por el cuarto mirando el alrededor.

— ¿Puedes conseguir una casa alejada de la capital? —Pregunto Lidia a Diego.

Diego se sorprendió por la pregunta de Lidia y levantándose también de su asiento, asintió con la cabeza respondiéndole, Lidia miro por la ventana del cuarto y sonrió dando un suspiro.

—El príncipe no le hará nada a Marta y a su marido, estoy segura, el rey puede que le dé autoridad al príncipe, pero jamás lo dejaría matar o dañar a alguien arbitrariamente, por lo que solo quiero que vayas a la posada a buscar a Javier. Por favor saca todo lo que sea de Cion de su habitación y tráelo aquí, también trae lo que quede en mi cuarto, no dejes ningún indicio de que yo o Cion vivimos allí alguna vez, trae todo, no quiero que nadie salga lastimado por mi culpa. —Dijo Lidia volteando para mirar a Diego a los ojos.

Diego se sintió sorprendido por las palabras de Lidia, quien no se veía nada débil ni frágil como la describía el príncipe en los avisos de búsqueda, “Ella no parece ser tan frágil ni delicada como la describen en los carteles de búsqueda que se esparcen en el reino” pensó Diego mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro. Pues entonces que se dio cuenta de que el rostro de Lidia comenzaba a palidecer poco a poco hasta una mirada de terror se dibujaba en ella.

{Tienes razón, todo es tu culpa, Lidia, eres la culpable de poner en peligro a toda esa gente, eres culpable de la locura del príncipe, eres tú, tú eres la culpable} —Se escuchó una voz retumbar en la cabeza de Lidia, una voz que ella ya conocía, la voz de la Diosa.

{Deberías volver, vuelve al camino que fue trazado para ti, vuelve y te perdonaré, así nadie tendrá que sufrir por culpa de tu impertinencia, no puedes ir en contra de mí, yo soy todo, soy la inmensidad, soy la que escribe los destinos de todos sus elegidos, siéntete afortunada y vuelve con tu amor, vuelve con el príncipe, tu compañero}. —Dijo la voz de la Diosa haciendo que Lidia sintiera el miedo de ser la culpable real de todo lo que sucedía, miedo de que realmente quienes ella amaba fueran lastimados por su culpa, por ir en contra del destino escrito por la Diosa de aquel mundo.

Diego que miraba a Lidia se acercó a esta rápidamente intentando hacerla reaccionar sin lograrlo, los ojos de Lidia comenzaron a llenarse de lágrimas, pero ninguna palabra salía de su boca.

{OBEDECE, YO, LA DIOSA DE ESTE MUNDO TE ORDENO A QUE VUELVAS, NO OSES DESAFIARME NI PONER A PRUEBA MI PACIENCIA HUMANA}-Digo la diosa molesta haciendo que su voz retumbara fuertemente en la mente de Lidia, quien cayó al piso perdiendo el conocimiento.

Diego sujeto a Lidia delicadamente viendo lágrimas caer por sus mejillas mientras se mantenía inconsciente “¿Qué le sucede? Cion me matará si a ella le llega a suceder algo” pensó Diego llamando a su subordinada más cercana para que fuera con él hasta el dormitorio de Lidia y así recostar a esta en su cama.

— ¿Qué le sucedió a ella, señor? —Pregunto la subordinada.

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