¿Oscuro?

(Novela) Las circunstancias de una verdadera villana Capítulo 35

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Lesche se rió y negó con la cabeza.

 

¿Realmente Seria Stern le cedió la cama para que él durmiera?

No entendió a Seria nuevamente, como solía ser el caso de Lesche. No importa cuán autoritario sea un hombre, su esposa merece tal consideración.

 

Está renunciando a todo tipo de cosas. Ni siquiera tenía esa personalidad antes. La extraordinaria concesión de Seria se extendió repentinamente a Kalis Haneton y a la Santa. ¿Quizás porque concesión y abandono se sienten como palabras de la misma categoría? Perdió el apetito.

 

—Su Alteza.

 

Entonces, Ben, el mayordomo, que había estado de pie y escuchando en silencio, abrió la boca con cautela.

 

—¿Está seguro que la señorita es “esa” Seria Stern? Creo que es completamente diferente de lo que escuché de Linon hace unos años.

 

Linon tenía mucha fe en este mayordomo leal y honesto que decidió quedarse él mismo en la mansión verde. Entonces, a veces en los días que venía a la Mansión Laurel, contaba las noticias importantes de fuera hasta los escándalos sociales. Tales historias son muy raras en esta tranquila y agonizante mansión verde.

 

Lesche respondió con el ceño fruncido.

 

—Es la misma persona.

 

—Entonces, por lo que he oído … ha cambiado mucho. ¿Le sucedió algo?

 

—No fue un incidente.

 

Lesche continuó, mientras miraba la sombra que se movía lentamente por la mansión.

 

—Se enamoró de este tipo.

 

(Acá el autor usa 웬, que puede usarse cuando no esperabas algo o cuando algo te sorprende.)

 

Así resultó.

 

Martha y Ben se miraron. No importa cuántas veces escucharon lo que Lesche estaba diciendo, estaba claro que no era su maestro, el Gran Duque de Berg.

 

Aunque era una cabeza más grande que los hombres adultos comunes a menudo, la gente de esta mansión que lo habían visto desde que era muy joven, veían a Lesche como un niño. Por ejemplo, como ahora.

 

—¿Cuándo llegarán los chamanes?

 

Ben respondió de inmediato.

 

—Se suponía que llegarían a medianoche, pero dijeron que su llegada se retrasaría debido a la fuerte nevada. No creo que lleguen hasta mañana a la mañana.

 

—Quizás Seria se despierte antes de esa hora.

 

—Trataré que no se encuentre con ellos tanto como pueda. No es un buen espectáculo para una dama que creció espléndidamente en la capital imperial.

 

—Si quiere verlo, déjalo que lo haga. No es tan débil.

 

Si algo no había cambiado era esto. Tenía una personalidad extrañamente fuerte.

 

Eso sí, en el pasado, era una persona venenosa que hacía llorar a todas las personas donde fuera y les arrojaba sus bebidas. Pero ahora había cambiado y salía a revisar ese duro y frío glaciar todos los días.

 

—Sí, su Alteza.

 

La leña ardió con un ruido sordo. Después de mirar su reloj, Lesche levantó un tapiz rojo que colgaba de la pared del pasillo del primer piso. Había un espacio escondido. La puerta estaba cerrada, como siempre.

 

Lesche empujó el anillo grabado con el patrón de Berg, que se había partido a la mitad, en su dedo con fuerza en el orificio de la puerta y lo empujó hasta el final.

 

Click.

 

El exquisito sonido de miles de mecanismos colocados sonó como un reloj en la puerta. Lesche esperó un momento antes de abrir la puerta y entrar.

 

Había un peculiar olor a humedad en el sótano. Una luz brilló detrás de la espalda de Lesche, cuando estaba a punto de descender sin dudar por las escaleras no tan largas que se extendían bajo tierra. Era Martha.

 

—Su alteza, está muy oscuro.

 

Lesche bajó las escaleras sin decir mucho. Martha pareció dudar por un momento y lentamente lo siguió escaleras abajo.

 

Mientras bajaba las escaleras de aproximadamente 20 escalones, se abrió un gran sótano. Varias estatuas de ángeles y demonios estaban grabadas en la pared, y las esculturas tenían grandes joyas de colores incrustadas en sus manos. A pesar de que había una gruesa capa de polvo, cualquiera podría notarlo. El hecho de que todas son joyas preciosas y lo suficientemente grandes como para decorar la corona o el orbe de un país.

 

Por supuesto, Lesche no les dedicó ni una sola mirada. En primer lugar, sólo había una razón por la que bajó al almacén subterráneo oculto de la mansión verde. Era un área restringida, donde se encuentra la posesión más sagrada.

 

La Corona Imperial del emperador, la insignia del Sumo Sacerdote, la reliquia familiar de la Princesa y la gran espada del guerrero siempre están consagradas en lugares similares. Justo enfrente de la pared central.

 

Algo similar se consagró frente a la pared central de esta sala de almacenamiento en el sótano. Era una caja hecha de vidrio extrañamente brillante. El borde dorado estaba decorado con joyas azules del tamaño de un huevo de codorniz y joyas verdes alineadas una al lado de la otra, lo que sugiere que era una reliquia extraordinaria incluso para extraños.

 

Como una gema rara a menudo tenía un nombre, a esta se le dio un nombre pesado. “El cofre del mar Azul”. Un tesoro que se ha guardado durante mucho tiempo en la mansión de Laurel. Si Berg hubiera sido un reino, no un gran ducado, habría sido registrado como un tesoro nacional extraoficial. Era un tesoro que podía demostrar una poderosa magia protectora, pero su poder iba acompañado de un precio.

 

Frente a algo tan precioso, no hubo mucha emoción en el rostro de Lesche. No solo eso … Lesche apretó el puño y lo golpeó con fuerza. Una vez. Dos veces. Tres veces. No se produjo ninguna grieta en “El Cofre del Mar Azul” hasta que sangre comenzó a brotar del puño de Lesche.

 

Como siempre.

 

Una profunda sensación de impotencia cruzó el rostro de Lesche. Desde que era joven. Cientos de veces golpeó este cofre, pero solo Lesche Berg y su mano se rompieron. Incluso si lo golpeó con una espada hecha de diamantes, no quedaron marcas en el Cofre del Mar Azul. El Cofre de la Gran Duquesa, que está bajo una magia poderosa.

 

La mansión de Laurel está ahora en su límite. Después de esta temporada, la tierra colapsará y las vidas atadas a ella también lo harán.

 

Mientras el puño de Lesche goteaba sangre como siempre, Martha lo llamó severamente “Su Alteza” y sacó un vendaje de sus brazos.

 

—No puede dejar el sangrado solo. Está consciente de que es el Gran Duque de Berg, ¿no es así?

 

—Ya terminé con lo que tenía que hacer.

 

—Menos mal que traje un vendaje.

 

—¿No habías venido aquí para traer una lámpara?

 

—Fue una coincidencia.

 

Martha también es buena para vendar. Terminó el tratamiento en un instante, dio un paso atrás y luego sonrió repentinamente.

 

Por lo general, Martha tenía una sonrisa cálida, pero fue la primera vez que sonrió en este sótano. Lesche miró a Martha con ojos ligeramente temblorosos y ella dijo con una sonrisa.

 

—Sí la señorita Seria estuviera aquí, habría dicho con sus ojos azules bien abiertos “Su Alteza, ¿Está usted demente?”

 

—La has conocido por solo un día ¿Cómo lo sabes?

 

—¿Cree que reaccionaría de forma diferente?

 

—… Creo que sería algo similar.

 

Los instintos naturales de Martha hacia el Gran Duque de Berg no son una excepción.

La intuición que extrañó un poco, y a su vez nunca quiso volver a ver. Martha dijo en voz baja, como si leyera la mente de Lesche.

 

—Debería volver a la cama, Su Alteza.

 

—Sí.

 

Antes de salir de este sótano, Lesche examinó lentamente El Cofre de Mar Azul, con un solo mechón de cabello castaño rojizo colocado dentro de él, que tenía el encantamiento para deshacer cualquier ataque. Ese cabello que alguna vez estuvo manchado de sangre.

 

—Mi cabello todavía está bien cuidado aquí, Su Alteza.

 

Ante las suaves palabras de Martha la expresión de Lesche se hundió.

 

Recuerda a Elliot, el chico que lloraba, mientras su medio hermano quería que demostrará su lealtad cortando un mechón de cabello y colocándolo allí. Poner un mechón de cabello en el Cofre del Mar Azul no era solo una prueba de lealtad; ser el guardián del Cofre del Mar Azul significa que dedicarías el resto de tu vida a Berg.

 

Atrapado para siempre en esta mansión verde.

 

—Si realmente eres un caballero de la Casa de Berg, coloca tu pelo aquí.

 

Las manos de Elliot temblaron ante su burla y el consentimiento silencioso del Gran Duque de Berg. Martha empujó a Elliot y luego se arrodilló sobre una rodilla.

 

—Lo cortaré por él.

 

Lesche no puede recordar cómo se veía la expresión de Martha cuando dijo eso. Sin embargo, ante la decidida reacción de Martha, que era la doncella de la anterior Gran Duquesa, el Archiduque solo se rió como loco. No, en realidad estaba loco. Para entonces.

 

—Sufriste mucho por mi padre loco.

 

—Su Alteza. Está loco por su predecesor, el Gran Duque de Berg.

 

—Esa es una expresión bastante buena.

 

Martha volvió a ofrecer esa sonrisa ceremonial. De hecho, Lesche a veces no puede entenderla.

 

—¿No es hora de dejar ir la lealtad a Berg?

 

—No se trata de Berg, sino de la Gran Duquesa de Berg, Su Majestad.

 

—Es algo que ni siquiera entiendo.

 

Martha se limitó a sonreír sin responder. Mientras observaba a la anterior Gran Duquesa perder la cabeza en tiempo real, no pudo entender lo que estaba pensando. Se dio la vuelta

 

—Tengo que subir.

 

—Buenas noches, Su Alteza.

 

Entonces Ben se acercó rápidamente. Tenía ropa de cama sencilla en sus manos.

 

—¿Para qué es eso?

 

—Ya que la señorita está durmiendo en la cama, Su Alteza, ¿no necesita una manta? Iré arriba y…

 

—Suficiente. ¿Cree que no tengo manos?

 

—Sin embargo…

 

Lesche le quitó la ropa de cama a Ben y subió las escaleras. Abrió la puerta del dormitorio privado del Gran Duque y entró. Anteriormente, su cabello estaba medio mojado pero, mientras tanto, su cabello se había secado completamente.

No había porqué molestarse, así que se acostó en el sofá y trató de dormir.

 

Aunque había una cosa que era muy molesta.

 

No sabe si molesta es la expresión precisa, pero había una cosa que no podía ignorar de todos modos.

 

 

 

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